Mis tres días en Belfast y alrededores. Día 3

Recorrido por Belfast: Ayuntamiento, Murales de Belfast, Museo del Titanic, Albert Clock, Barrio de la Catedral

Puede que Belfast tenga reputación de ciudad gris y no especialmente bonita, quedando eclipsada por la vibrante Dublín. Sin embargo, no conviene subestimarla, Belfast sorprende gratamente a sus visitantes con la simpatía de su gente, los vestigios de su intensa historia que se respira en cada uno de sus rincones y sus animadas calles. Aunque la ciudad tiene bastante contenido para dedicarle un par de días, nosotros ocupamos la mayor parte de nuestro viaje en visitar sus alrededores, dejándonos el último día para conocerla. Es cierto que nos quedaron cosas interesantes por ver, pero pudimos hacernos una idea general con lo más representativo.

Empezamos nuestro recorrido por la ciudad visitando su imponente ayuntamiento. La entrada es gratuita y ofrecen tours guiados en inglés a diario, en el post preparativos e información práctica del viaje a Belfast encontrareis información sobre los horarios. El edificio se encuentra situado en la plaza Donegal, que antes de iniciarse su construcción en 1.898 era un punto de referencia para el comercio del lino, uno de los principales motores económicos de la ciudad. Actualmente, su ubicación podría considerarse el límite entre el distrito financiero y el comercial de la ciudad. De hecho en sus jardines, los días soleados podréis ver gente comiendo mientras hace una pausa en el trabajo o en su paseo por las tiendas. Los fines de semana tampoco es extraño encontrar familias y grupos de amigos disfrutando del cuidado espacio.

Volviendo al ayuntamiento, éste fue construido tras conseguir Belfast el estatus de ciudad de mano de la reina Victoria, muy querida por la gente local. Fue financiado en gran parte por empresas locales y tiene un estilo neoclásico con una fachada sobria coronada con una cúpula central que alcanza los 53m y 4 cúpulas menores en las esquinas del edificio, todas ellas de color verde.

Su interior tuvo que ser remodelado, siguiendo el diseño original, tras sufrir los bombardeos de 1941 durante la Segunda Guerra Mundial y está decorado con mármol de Carrara, Brescia y Pavonazzo. Gran parte de las salas de la planta baja se encuentran abiertas al público y muestran exposiciones sobre la historia de Belfast: su evolución, la época industrial con el despunte de las fábricas de lino y el desarrollo de los astilleros donde se construyeron grandes transatlánticos, entre ellos el famoso Titanic, historias sobre conocidas figuras que nacieron allí o participaron en la política irlandesa, su conflicto político-religioso… En sus pasillos hallareis además numerosas vidrieras y esculturas de personajes históricos que han contribuido a la defensa y florecimiento de la ciudad. Si os fijáis, encontraréis alusiones a la guerra civil española, en la cual participó una brigada internacional que contó entre sus filas con 320 soldados irlandeses luchando contra el régimen fascista.

Tras nuestra visita al ayuntamiento, que hicimos sin el tour para ser más ágiles, cruzamos la calle para llegar al hotel Jury´s, donde nos esperaba el taxi negro con el que íbamos a recorrer los famosos murales de Belfast.

Contratamos el tour previamente desde España (encontrareis la información en el post de preparativos del viaje e información práctica), la guía hablaba español y fue muy útil para poder entender mejor la complejidad del conflicto irlandés. Durante 1h30 Lorraine, nuestra guía, nos llevó por los barrios católico y protestante, mostrándonos los límites entre ambos y el muro reivindicativo donde, al estilo del muro de Berlín, se hayan representadas las diferentes causas de alcance internacional (entre otros el conflicto palestino-israelí, el sudafricano, e incluso alusiones al País Vasco y Cataluña). Me llamó fuertemente la atención el diferente carácter que se representaba en cada bando. En contra de lo que había imaginado, los murales más amenazadores se encuentran en el barrio protestante o unionista. En él, además de la figura del Guillermo III ( apodado por los irlandeses como el rey Billy) y la orden de Orange, se muestran imágenes intimidatorias de soldados defensores de la causa británica apuntando al observador con rifles. El barrio católico, muestra sin embargo un carácter más político y menos belicoso, representando principalmente los presos del bando católico que han sido asesinados o han muerto por huelgas de hambre durante los años más crudos del conflicto, los “troubles” como se conoce en Irlanda.

El origen de estos murales se remonta a principios del siglo XX de mano del bando unionista o protestante. Se representaba la figura del Rey protestante William III de Orange sobre un caballo blanco victorioso en la batalla de Boyne, frente a las derrotadas tropas del Rey católico James II el 12 de julio de 1690. Esta fecha es celebrada desde 1796, año de la fundación de la orden de Orange que mantiene viva la ideología protestante, como símbolo de la supremacía británica. Los murales tenían el supuesto objetivo de adornar y conmemorar esta victoria y además de pintar nuevas fachadas cada año con motivos similares, banderas y emblemas británicos, se restauraban los anteriores en los días previos a la celebración. Estos murales eran interpretados por el bando católico como una manifestación de dominación y una provocación hacia ellos. Sin embargo, hasta 1981 no aparecieron los primeros murales católicos o republicanos. Éstos tenían un carácter totalmente diferente a los protestantes, manifestando su apoyo a los miembros del Irish Republican Army (IRA) e Irish National Liberation (INLA) que murieron en huelga de hambre en la cárcel (entre ellos el que fuera recién nombrado diputado al parlamento británico y líder de la protesta, Bobby Sands). Los católicos emplearon los murales como propaganda electoral, incluyendo además alguna amenaza a Margaret Thatcher. Tras el acuerdo Anglo-Irlandés de 1985, que no agradó a los unionistas pues lo interpretaron prácticamente como una rendición, éstos comenzaron a cambiar el tono de sus murales, manteniendo al rey Bill, pero añadiendo su desacuerdo con la resolución y militarizando sus dibujos, coincidiendo con la radicalización de este bando. Paseando entre estas calles podréis apreciar la diferencia en el carácter entre ambos bandos, unos con claras referencias a los símbolos del protestantismo y con motivos militares y otros con reivindicaciones de carácter más político, muchas caras de jóvenes activistas que perdieron la vida en el conflicto, aves fénix resurgiendo de sus cenizas, momentos históricos de la revuelta…

Para mí esta parte de la ciudad me pareció triste y gris. Parece increíble que a estas alturas del siglo XXI todavía existan barrios de vecinos como estos separados por muros, aunque actualmente sea ya solo de forma parcial, y en los que aun se palpa el rencor y el resquemor guardado por el daño sufrido en las familias no hace tanto tiempo…

Una vez acabada la visita por los murales nuestra guía nos acercó al museo del Titanic. Teníamos planeado ir a comer al Mercado de Saint George, muy animado con música en directo los fines de semana y con diferentes ofertas gastronómicas tanto puestos de comida más informales (como el espacio de hamburguesas Toro Grill) como algún restaurante (George of the market) . Sin embargo, debido al chaparrón que estaba cayendo en ese momento decidimos ir directamente al museo y comer en uno de sus restaurantes con más tranquilidad.

El museo se localiza en el la entrada del lago de Belfast, el muelle donde se construyó el famoso transatlántico, tiene su misma altura y el diseño de su fachada representa los reflejos del agua y el hielo sobre el barco. En sus 6 plantas se exponen datos sobre su construcción y contexto histórico de la ciudad, los registros de su hundimiento y de las llamadas de socorro recibidas por los barcos cercanos, representaciones reales de los camarotes de las distintas clases, un vídeo de los restos hundidos de la nave e incluso uno de los robots empleados en la búsqueda y rescate de los restos accesibles del Titanic. Con la misma entrada se puede acceder también a un pequeño barco de vapor, el SS Nomadic, que fue construido como transbordador de trasatlánticos como el RMS Titanic o el RMS Olympic.

Una vez finalizada nuestra visita a los astilleros, nos dirigimos al animado barrio de la catedral. De camino pasamos por el famoso Albert Clock, uno de los símbolos de Belfast. El hermano pequeño del Big Ben se encuentra ligeramente inclinado debido al terreno pantanoso e inestable sobre el que fue construido. De hecho, han tenido que retirar algunos de sus elementos decorativos de su estructura original y restaurar algunas partes más deterioradas, especialmente las construidas en madera. También hubo que reconstruir alguna de sus partes tras sufrir daños menores derivados de la onda expansiva de una bomba colocada por el IRA en 1992.

Interrumpimos nuestro paseo para probar el Café Irlandés en The National Garden, un pub con terraza que empieza a animarse a media tarde. Y después  dedicamos el resto de la tarde y noche a recorrer tranquilamente el barrio de la catedral, investigando los pequeños callejones que esconden muestras muy interesante de arte urbano y sus históricos bares. Si os hace mejor tiempo y hacéis la visita al museo más rápida, quizá podáis llegar a visitar la famosa Universidad de Queens, franqueada por los jardines botánicos.  A nosotros nos quedó pendiente, junto con el Castillo de Belfast en la lista de excusas para volver a Irlanda 😉

Acabamos nuestro recorrido cenando en the onion, un barecito situado en el edificio más antiguo de Belfast, que tiene varios ambientes. El mejor de todos para mí es la terraza que tienen en la entrada (con estufas de exterior) donde ofrecen conciertos de música y hacen barbacoas. Si quieres comer algo diferente, tienes dos salas en el interior con más opciones gastronómicas. Aquí en el Onion con una buena cerveza irlandesa y música local acabamos nuestro viaje a Irlanda del Norte. Un destino que me ha sorprendido y que recomiendo para una escapada de 2 o 3 días. Sus alrededores merecen sin duda alguna excursión y la ciudad es perfecta para recorrerla en un fin de semana, un lugar con mucha historia, que se puede visitar fácilmente caminando, que te maravilla con su arte urbano, la amabilidad de su gente, la animosidad de sus calles y comunicado con vuelos directos low cost con nuestro país.

 

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