Tierra de supersticiones y leyendas, de misteriosos castillos y bonitas casas georgianas, de cruces celtas y magníficas catedrales, de cuidados jardines y animados bares, cuna de importantes figuras literarias, premios Nobel, músicos de renombre y de una de las cervezas más conocidas del mundo; sin duda, Dublín tiene todos los ingredientes necesarios para una escapada perfecta de 2 o 3 días.
La capital irlandesa se muestra ante el mundo como una ciudad moderna y cosmopolita, que sin embargo ha sabido mantener vivas sus raíces. Su nombre en irlandés, Baile Átha Cliath, hace alusión al primigenio asentamiento celta de la orilla norte del rio Liffey que atraviesa la ciudad. Como enseguida apreciarás, esta ascendencia se halla patente en su cultura, materializándose en sus tradiciones, supersticiones, leyendas y por supuesto en numerosos rastros arqueológicos como las bonitas cruces celtas y las diversas inscripciones que se esconden entre los jardines de sus iglesias más antiguas. Es curioso que aunque existiera este pequeño poblado, fueron los vikingos quienes fundaron la ciudad. Parte del Gran Ejercito Pagano que invadió Inglaterra, llegó a las costas irlandesas estableciendo en la laguna negra, conocida como Dubh-Linn y situada en la orilla opuesta del rio Liffey, su base militar y comercial. Tras años de violentas incursiones y asaltos, los vikingos se instalaron conviviendo durante casi 200 años con la población local. Vestigios de este pasado vikingo pueden apreciarse en los nombres de algunas localidades con terminaciones como -ford, que probablemente deriva de “-fjord” o que contengan la palabra “ey” cuyo significado en nórdico sería rodeado de agua. Ejemplos de ello son Wexford, Strangford y Carlingford, o Dalkey y Ireland´s Eye.
No obstante, de Inglaterra no solo llegaron los vikingos, posteriormente desembarcaron los normandos y tras ellos todos los monarcas que accedieron al trono inglés. La cercanía con el país vecino y las ansias invasoras de éste han marcado la historia de la persistente isla irlandesa que durante siglos y hasta no hace demasiado tiempo ha luchado por su independencia de la Corona Británica.
Una buena manera de empezar a descubrir Dublín es con la imprescindible visita al Trinity College, la universidad más antigua e importante del país. Creada por y para los ingleses, es un claro reflejo de la supremacía británica sobre la población autóctona, ya que desde que fuera fundada por la reina Isabel I en 1592, y durante prácticamente dos siglos, su acceso estuvo limitado a estudiantes protestantes.
Sin embargo, es el carácter irlandés el que prevalece en la vida diaria universitaria con en el buen ambiente que se respira y sobre todo en sus curiosas y no pocas supersticiones que rodean este campus. Entre otras manías, la más conocida es la relacionada con su campanario, bajo el cual no verás pasar ningún alumno que tenga ansia de licenciarse, pues por lo visto da mal fario en los exámenes. Una tradición más burlona la protagonizan las estudiantes, que al terminar la carrera restriegan su titulo por la seria cara de la escultura de George Salmon, el obcecado y ultimo rector que mantuvo la prohibición de acceso a las mujeres.
Aunque la universidad en sí ya resulta interesante, el plato fuerte de esta visita es su antigua biblioteca. Las infinitas estanterías de la conocida Long Room albergan más de 200.000 volúmenes que parecen custodiados por los bustos de importantes humanistas. No es de extrañar que el ambiente misterioso del lugar, con su luz tenue y ese olor característico a madera vieja y libro antiguo, haya sido utilizado para el rodaje de la película Harry Potter y el prisionero de Azkaban, y guarde un asombroso y controvertido parecido con el escenario de los archivos Jedi que aparecen en la saga de Star Wars. Un atractivo añadido de esta imponente biblioteca, son las dos páginas del Gran Evangeliario de San Columa que se exponen en ella. También conocido como el Libro de Kells, por la abadía donde se mantuvo escondido de los saqueos vikingos, esta reliquia del cristianismo data del año 800 y fue escrito presumiblemente por los monjes celtas en las islas Hébridas escocesas.
Tras empaparte un poco de cultura universitaria, te sugiero coger un tren local en la cercana estación de Pearse y dirigirte al Castillo de Malahide, situado a escasos 30 minutos de la ciudad. Esta magnifica propiedad y sus tierras aledañas han pertenecido a la misma familia durante 800 años, exceptuando un breve periodo de tiempo en la época Cromweliana, siendo un testigo inigualable de la historia irlandesa. Los Talbot, barones de origen normando, intervinieron en la invasión de Inglaterra e Irlanda, ganándose de ese modo los terrenos donde se aloja el castillo en el año 1175. Supieron integrarse totalmente en la población irlandesa abrazando el catolicismo, moviéndose diplomáticamente entre las autoridades religiosas y políticas, y cuando fue necesario participando activamente en la defensa del país. Entre sus miembros se encuentran reconocidos hombres de Estado, eclesiásticos, estudiosos y valerosos militares como Sir John Talbot, que se ganó los sobrenombres de “el Aquiles inglés” o “el terror de los franceses” y cuya honorable muerte en el campo de batalla fue inmortalizada en la obra de Shakespeare “Henry VI”.
La larga, y en ocasiones oscura, historia de este castillo ha propiciado la aparición de numerosas leyendas y su reputación como mansión encantada. Abre bien los ojos durante tu visita puesto que según la tradición local, cinco espectros de lo más variopinto ocupan el castillo: Lord Galtrim, un caballero muerto en batalla el mismo día de su boda sintiéndose traicionado por su mujer; Lady Maud, quien vestida de novia persigue por los pasillos a su tercer marido; Puck, un bufón enamorado de una pariente de la familia; Miles Corbet, quien poseyó el castillo durante la época cromweliana, y que se pasea con su armadura partiéndose en pedazos si se encuentra con algún mortal; y la dama blanca, que abandona el cuadro colgado en la pared principal para deambular a sus anchas por el castillo.
En un pasado no tan lejano, las estancias de esta propiedad han albergado acontecimientos históricos relevantes, como la cumbre de la Unión Europea de 1990, a la que asistieron los principales líderes políticos del momento, incluida Margaret Thatcher.
Después de esta intensa mañana cultural y ya de vuelta a la capital, es hora de probar el sabroso estofado irlandés en alguno de los tradicionales pubs, como el mítico Ferryman´s junto al rio Liffey. Dedica la tarde a descubrir los secretos de la mundialmente famosa cerveza irlandesa en la Guinness Storehouse. Recorriendo sus 7 pisos conocerás curiosos detalles sobre su historia, elaboración, fabricación de sus barriles, sus ingeniosas campañas publicitarias… además de tener la oportunidad de disfrutar de uno de los mejores atardeceres de la ciudad degustando una espumosa pinta de la legendaria cerveza en el Bar Gravity, situado en su último piso.
Para acabar el día, dirígete al mítico barrio de Temple Bar. Saborea deliciosos platos irlandeses en el restaurante Boxty y descubre la animada vida nocturna de sus concurridas callecitas repletas de bares donde podrás probar una gran variedad de cervezas locales. Aunque algunos lo tachan de demasiado turístico, no dejes de entrar en el famoso Temple Bar pues suelen tener música en directo y buen ambiente todos los días.
Empieza tu segunda jornada poniendo rumbo a Howth, un encantador pueblecito de tradición marinera situado a tan solo 30 minutos de la ciudad. Su cercanía y fácil comunicación con la capital, lo han convertido en lugar de recreo para los dublineses que aprovechan el mínimo rayo de sol para recorrer alguna de las 3 rutas del Howth Cliff Walk, en su preciosa costa acantilada. Además de la pequeña excursión frente al mar podrás acercarte al mercadito tradicional que hay a pocos metros de la estación, comer tranquilamente en cualquier bar del puerto donde sirven pescado fresco y tomarte un café en el jardín del misterioso castillo de Howth. Aunque esta antigua mansión no se puede visitar ya que sigue siendo una residencia familiar, los jardines y alrededores se mantienen abiertos al público. No obstante, si das credibilidad a las leyendas, podrías probar suerte presentándote a las puertas del castillo a la hora de la cena. Si las habladurías son ciertas, los herederos del barón de Howth podrían mantener viva la tradición de poner un cubierto de más para los posibles visitantes nocturnos como castigo impuesto por la vengativa pirata Grainne O´Malley, quien en 1576 raptó al hijo del barón como represalia por haberle denegado ayuda para su tripulación por encontrarse ocupado cenando.
Si decides no arriesgarte a encontrarte con la puerta cerrada vuelve a Dublín, aún te queda mucho por descubrir. Puedes aprovechar alguno de los tours gratuitos que recorren la ciudad contándote interesante episodios de su historia o pasearla a tu ritmo. Elijas la opción que elijas, no puedes olvidar hacerte una foto un poco fresca con la icónica estatua de Molly Malone (según la frívola tradición hay que tocarle el pecho a Molly si quieres volver a visitar la ciudad). Aunque no se ha podido demostrar la existencia de esta joven de doble profesión, pescadera de día y prostituta de noche, sin duda es un ejemplo de las penurias sufridas por la población de la época, siendo protagonista del himno no oficial y popularmente conocido por los dublineses.
Acércate al Castillo de Dublín, protagonista de numerosos acontecimientos históricos de la ciudad. A sus puertas, donde hoy se encuentra el jardín, se situaba la laguna negra que en su día ocuparon los vikingos. La fortaleza en sí ha sido sede de los distintos gobiernos, ingleses e irlandeses, que han pasado por la isla, acogiendo actualmente actos políticos oficiales, conferencias, exposiciones de arte y conciertos, así como la reconocida Biblioteca Chester Beatty. Recorriendo sus alrededores podrás apreciar sin dificultad detalles que reflejan la arrogancia británica durante su época de dominio, como el tramo remanente del muro de la vergüenza construido por la Reina Isabel para no ver la hambruna y pobreza que sufría la población, o la representativa escultura de una diosa de la Justicia sin venda en los ojos y con actitud amenazante. También se cree que la única torre defensiva que queda del Castillo, pudo inspirar al joven funcionario Bram Stoker, que trabajaba en la sede del gobierno británico, en la creación de su obra maestra: Drácula.
Continúa tu recorrido caminando hacia la cercana catedral de Christ Church o de la Santísima Trinidad, fundada por el primer obispo de Dublín y Sitriuc, último rey vikingo de Irlanda. Este templo, mezcla de estilos románicos, góticos y victorianos por las numerosas reformas sufridas, contiene una de las criptas más antiguas y mejor conservadas de Europa. Una cripta que además cuenta con su propia historia, pues ha servido como lugar de cierre de tratos más o menos turbios, como mercado e incluso existen evidencias de un bar clandestino en el siglo XVII.
A escasos metros, encontraras el histórico Brazen Head, un pub idóneo para hacer un alto en el camino. Podrás disfrutar de una reconfortante bebida amenizada por algún grupo de música local o las entretenidas historias de un cuentacuentos, rodeado de múltiples fotografías y recuerdos de esta antigua posada del siglo XII reconvertida posteriormente en taberna.
Por supuesto, no puedes irte de Irlanda sin probar su magnífica carne. Elige alguno de los restaurantes Bull & Castle donde podrás deleitarte con los mejores cortes servidos por las conocidas carnicerías FX Buckley, y que sin duda harán las delicias de los más carnívoros.
No creas que ya lo has visto todo, empieza tu ultima mañana en la ciudad visitando la famosa catedral de San Patricio, dedicada al patrón de Irlanda. Construida cerca del pozo donde el santo bautizaba a sus nuevos fieles, en ella se representó por primera vez el Mesías de Handel, manteniendo actualmente la tradición musical mediante la celebración de dos misas diarias cantadas.
A continuación, dirige tus pasos hacia el pulmón verde de la ciudad, el parque de St Stephen´s Green, alrededor del cual contemplarás bonitas casas burguesas de estilo georgiano. Para tener una visión del Dublín más moderno, acércate a la zona comercial, la calle O´Donnell y pasea tranquilamente por sus animados alrededores. Te costará poco distinguir la escultura más alta del mundo, el Spire. Los dublineses, con su peculiar carácter socarrón, probablemente te cuenten que esta controvertida figura de 119 metros de acero representa un corte de mangas al país vecino. Sin embargo, este irreverente significado es muy poco probable ya que fue diseñada por un estudio británico. Tras callejear por las modernas y alternativas tiendecitas cercanas al rio, cruza de nuevo a la parte más antigua a través del conocido puente Ha´penny (Half penny o medio penique) que recibe su nombre del peaje que hasta el año 1919 se cobraba por par de piernas que lo atravesaban. Vale la pena volver a visitar, esta vez de día, el animado barrio de Temple Bar, ya que suele acoger diversos mercados (de libros, comida, ropa …) y numerosas actividades culturales las mañanas de los fines de semana. Pasea por sus concurridas calles, pasando por el conocido hotel propiedad del cantante y el guitarrista de U2 y acércate al muro de la fama donde se encuentran los retratos de los músicos irlandeses con reconocimiento internacional.
Para poner el broche final a esta intensa escapada urbana, despídete de la gastronomía irlandesa en otro de sus míticos pubs, Darkey Kelly´s. Un bar ubicado sobre un antiguo burdel supuestamente regentado por una asesina en serie que escondía sus cadáveres en el sótano y que fue ajusticiada acusada de brujería tras quedarse embarazada del hijo del Sheriff. No se puede negar que la imaginación irlandesa supera los guiones hollywoodienses…
Nombrada dos veces como la ciudad más acogedora de Europa por tripadvisor, esta vibrante ciudad es un interesante destino tanto para una escapada relámpago de fin de semana como para un imprescindible stop en tu roadtrip por la isla.
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